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lunes, 10 de agosto de 2015

SEIS PARA SEXTO IV*



Por Lisandra Chaveco Valdés


Las últimas palabras de un encuentro con el maestro...

La vida nos impone retos, obstáculos, para materializar nuestros anhelos. ¿Cómo se ha sacrificado Luis Sexto en la conquista de sus sueños?

Yo no he sacrificado nada, ha sido una especie de placer, pues siempre he hecho lo que he amado. He sido capaz de perseverar, de ser paciente, y llegar, si no donde me propuse, al menos intentarlo, eso es para mí lo importante. Sin embargo, otros se han sacrificado en mi lugar: mi esposa, mis hijos, el mayor, específicamente, vivió mucho tiempo sin la compañía paternal, porque yo estaba lejos, trabajando. Aquellos años del periodismo eran muy movidos, y no me permitieron darles la atención merecida.

Aún así no les puedo pedir perdón por haberlos sacrificado, sí por no haber alcanzado, quizás, la meta prometida... Si no pude llegar más alto, más lejos, fue porque el ser humano tiene un límite, y ese límite te lo impone la naturaleza, no tú.

¿Le resta algo por hacer a Sexto?

Escribir, solo escribir. ¡Qué otra ilusión puedo tener, si ese deseo de escribir es quien me levanta todos los días con ansias de seguir viviendo! Creo en la trascendencia. “Yo no estoy amenazado de muerte, yo estoy amenazado de resurrección”, como dijera un poeta guatemalteco.

¿Qué opinión le merece la nueva generación de periodistas?

Tenemos muchos jóvenes talentosos, pero el talento no basta, hace falta la consagración, la vocación, la humildad para intentar escribir como Shakespeare y al levantarse de la silla creerse el más infeliz de los seres humanos. Ese es el secreto, y también lo que a veces falta: apretar la tecla como Hércules y leer la cuartilla como Pulgarcito.

Trabajos relacionados

SEIS PARA SEXTO I
 SEIS PARA SEXTO II
SEIS PARA SEXTO III

lunes, 3 de agosto de 2015

SEIS PARA SEXTO III*



Por Lisandra Chaveco Valdés 

Continuamos conversando con un artista de la palabra...

En una profesión tan pública como lo es el periodismo, ¿teme usted al error?
Siempre he tenido miedo a equivocarme. Yo me he equivocado. No hay nada más triste que leer un trabajo, acabado de salir y percatarse del error cometido. La vocación y la fuerza de carácter radican en sobreponerse a la depresión y volver al siguiente día a escribir con igual o mejores bríos, prometiendo no equivocarte, pero venciendo el miedo al error. Eso me ha enseñado la experiencia.

lunes, 29 de junio de 2015

SEIS PARA SEXTO II


http://mesadetrabajo.blogia.com/2007/101413-la-cronica-de-viaje

 “Más que hacer razonar, a mi me ha preocupado conmover a mis lectores”, dice la voz aún vívida de un artista de la palabra.  

Por Lisandra Chaveco Valdés  

-¿Qué lo alentó a introducirse  en el periodismo, cuando ya  había abrazado la vida religiosa?
Yo siempre quise ser poeta, quizás por esas sensaciones de tristeza, esos vacíos vividos. La Revolución cambió el destino. En el año 1961 salí del seminario con un concepto muy claro del significado de Patria y de sociedad, potenciados por la cultura y educación seminaristas.

A partir de ese momento, se hizo evidente la misión de periodista, de escritor que me correspondía, y comencé a vivir para lograrlo. Acudí entonces a una universidad singular, la lectura, un profesor extraordinario en mi opinión. Me nutrí de experiencias válidas para poder obtener un trabajo de calidad: fui obrero de la construcción, vendedor de ostiones y refrescos, estudié topografía.

lunes, 22 de junio de 2015

SEIS PARA SEXTO I





Tomada de
http://www.cubahora.cu/blogs/la-palma-de-la-mano/
Por Lisandra Chaveco Valdés

Tengo un gran maestro que “peina de memoria” su desierta cabellera. Se asemeja al típico abuelo de los animados, de expresión dulce y hablar pausado, con la virtud de atraparte dentro de cada frase. La estatura pequeña y los ojos sensibles a la luz, debido al uso habitual de lentes, Luis Sexto es el niño apasionado por la poesía, el reportero de Bohemia, el cronista de todos los tiempos. Conocerle genera una combinación de afecto y respeto. Implica descubrir el pasado de un periodista de corazón.

-¿Cómo recuerda Luis Sexto su infancia?

Como una mezcla de júbilo, de añoranza y también de tristeza. Júbilo y añoranza, porque a pesar de todas las dificultades de aquella época y de mi familia, yo tuve una infancia feliz: conté con padres excelentes, para quienes mis hermanos y yo fuimos su razón de ser. Pero también la tristeza caló mi espíritu: no tuve siempre todo lo que quise, conocí de comer poco por no tener qué, perdí amigos a causa de enfermedades tan comunes como el tétanos, vi a mis padres sufrir por no tener trabajo.

Nací en un pueblito de campo, perteneciente a Remedios, tierra villaclareña, sin luz eléctrica, rodeado de cañas y paisajes, cerca del río Caunao. Allí transcurrió mi infancia hasta los nueve años, cuando la familia se trasladó a La Habana: la Meca de los desahuciados en aquel período.

En la capital aprendí a conocer nuevas visiones, nuevas sensaciones, siempre dentro de un marco sumamente estrecho, pues mi familia era económicamente limitada. Con el tiempo nuestra situación mejoró: mi padre obtuvo buen trabajo, pudimos comprar nuestro primer televisor y yo comencé a estudiar en un colegio religioso, gracias a las influencias de mi tía. De ese colegio, con 14 años, pasé al Seminario Salesiano.

Mi ingreso en el seminario marca la frontera entre el haber vivido de una manera y comenzar a ver otra. Desde ese instante, ya yo no fui el mismo, me transformé: se me educó, se me enseñó el valor de la cultura, aprendí a leer libros, a encontrar placer en el estudio. Allí comprobé que la sabiduría podía ser un medio y no un fin. El seminario cambió mi vida.

Continuará...