martes, 18 de diciembre de 2018

Matrimonio, un derecho de tod@s



Por Lisandra Chaveco

Existe mucho desconocimiento en cuanto a las sexualidades, los géneros y las identidades sexuales diferentes de las heteronormativas hegemónicas. Numerosos son los mitos, creencias y estereotipos que alrededor de ellas se han suscitado a lo largo de la historia, y hoy, en pleno siglo XXI, lamentablemente, las resistencias siguen siendo muchas.

Las opiniones generadas entre cubanas y cubanos en torno al artículo 68 del Proyecto de Constitución demuestran la permanencia en el imaginario popular de prejuicios alrededor de las parejas del mismo sexo.

Varios son los argumentos de quienes se oponen al matrimonio igualitario hoy en Cuba, los cuales han sido expresados libremente como parte del proceso de consulta popular que vivió el país y su ciudadanía. Algunos de los que más se reiteran aluden a los efectos negativos sobre la natalidad, la transformación del modelo tradicional de familia, la adopción y la contrariedad a las leyes de Dios, entre otros.

Estos criterios, basados en fundamentos biologicistas, ignoran por completo la amplia diversidad de investigaciones de reconocido rigor científico que desmantelan la creencias que asocian la descendencia en las parejas del mismo sexo con posibles ´trastornos´ de identidad de género, problemas mentales o dificultades en el desarrollo psicológico y las relaciones sociales.

De acuerdo con Alain Darcout, psicólogo del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) quienes defienden esta postura, creen que una familia “normal” está compuesta por un hombre y una mujer, ignorando las múltiples formaciones familiares que entre los propios heterosexuales suelen existir, con padres separados, familias monoparentales, reconstituidas, sustitutas, en adopción, extensas o ampliadas.

“La homosexualidad no es una enfermedad, ni se contagia o trasmite de ninguna forma hacia individuos que no la desarrollen por sí mismos como parte de su identidad sexual”, afirma el especialista.

Por esta razón fue sacada del Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales DSM en el año 1974, y posteriormente lo hizo la Organización Mundial de la Salud en 1990, luego de varias décadas de investigaciones científicas que demostraron que las personas gays, lesbianas o bisexuales no tenían como consecuencia de su orientación sexual la pérdida del juicio de realidad, ni presentaban alteraciones en ninguna esfera psíquica, ni de las cualidades morales, o de las habilidades sociales que interfirieran en su funcionamiento psicológico o social, subrayó Darcout.

Diferentes estudios brindan evidencias que refutan las posiciones que catalogan a la homosexualidad como una enfermedad o patología social, y se oponen a que las parejas homosexuales críen hijos e hijas por ellos mismos.

Según refiere el volumen preparado por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) con el propósito de colaborar en el proceso de consulta popular del Anteproyecto de Reforma Constitucional, diferentes teóricos (Gonsiorek, 1991; Hart, Roback, Tittler, Weitz, Waltson & McKee, 1978; Reiss, 1980) reconocen que la homosexualidad no implica un trastorno psicológico y a su vez advierten como la discriminación social puede provocar depresión, ansiedad y baja autoestima. Por tanto, si pudieran existir daños a la salud mental, no están relacionados con la orientación sexual y no se diferencian de los que pudieran tener las personas heterosexuales en las mismas condiciones de estrés mantenido ante la exclusión social.

De acuerdo con dichas investigaciones, las madres y padres homosexuales muestran la misma capacidad que las madres y padres heterosexuales para ejercer autoridad, educar en los valores sociales, entregar amor a sus hijos, lograr apegos seguros y proporcionarles la seguridad necesaria para su desarrollo.

Incluso, diferentes estudios demuestran que las niñas y los niños criados por gays, lesbianas, travestis, transexuales, transgéneros, bisexuales e intersexuales son tan bien desarrollados y adaptados como los hijos de madres y padres heterosexuales, pues las funciones de paternaje-maternaje son independientes de la orientación sexual o la identidad de género. (Golombock, 2003; Golombok, S., Spencer, A., & Rutter, M.1983).

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