lunes, 24 de agosto de 2015

DARSE A VALER



Acostúmbrate desde niña a pensar en grande. A darte valor y reconocer tus méritos y cualidades. No priorices a tu novio siempre ni que tu gran anhelo se convierta en: “el día que me quieras”… Nunca supliques amor ni te dejes dominar o violentar. Quien se humilla, será irremediablemente humillado. 

Siempre he intuido –y hoy estoy convencida de ello—que la autoestima o la falta de ella, ejerce un poder modelador prácticamente definitivo en la conducta de las personas. Educa tu autoestima y te harás el mejor regalo. 

QUÍERETE MUCHO : Para fortalecer la autoestima no hace falta nivel universitario ni siquiera gran instrucción, solamente es necesario recordar que pocas veces reconocían en casa nuestra sagacidad o ingenio; que el hermano varón era superior a ti, por el simple hecho de ser varón y que cuando te daba por jugar también al fútbol u otro deporte calificado de masculino, enseguida había quien cuestionaba tu feminidad.

Afirman los expertos que la forma en que se trata a las niñas, tiene una importancia capital pues, se sabe, existe una marcada relación entre independencia y capacidad intelectual, sobre todo, en el espacio del pensamiento analítico. Me refiero particularmente, a la capacidad de considerar los problemas en términos globales, aplicar los principios generales a los casos concretos y valerse del razonamiento y el análisis para resolverlos.

Actualmente resulta esencial –vital, para ser más exacta– que las madres y los padres fomenten la independencia en la hija y abriguen expectativas favorables en torno a ella. !Es tan importante la aprobación de los demás en la niñez! Tan necesario resulta el ánimo, el embullo para que vaya creyendo en ella misma que, en mi criterio, alcanza la condición básica de comer y dormir.

El conformismo, la pasividad, la dependencia generan mujeres incompletas, quejosas, que se deprimen fácilmente. Promueven, sin dudas, disfunción espiritual. Es asunto del siglo 19, ni siquiera del 20, que la mayor aspiración de la mujer es ser madre. Y su manera más “natural” de manifestarse, la indefensión. Hace mucho, y con buenas razones, la mujer, se debate en el mercado laboral y enfrenta las competencias, conocimientos y habilidades para alcanzar éxito y reconocimiento social.
 
Rivalizar con un hombre, a veces “macho, varón, masculino” sino se está cargada de toda una serie de atributos sustanciales que nacen o se promueven a partir de una buena estima, la lucha es tan desigual que aniquila o deja exhausto al cuerpo y la psique más resistente.

Por todas estas razones, el mayor y mejor favor que podemos hacerles a nuestras niñas es nutrirlas de la fuerza que da el sentirse amadas, estimuladas como una colibrí al viento. Los frenos, las amarras y represiones, laceran el espíritu y destruyen hasta la imaginería que tanto vigoriza de pequeñas.

Y nada que temer. No va a morir la feminidad por ello.
    


*Escrito por Aloyma Ravelo

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